Entrevistamos a Erika Chokler en el marco del 12º Encuentro de Educación Infantil organizado por Omep en la ciudad de Buenos Aires. Para esta especialista, es importante considerar tanto los propios modos de aprendizaje, que exceden las instancias oficiales de formación, como el enriquecimiento que puede brindar una relación de confianza entre niños, escuela y familias.
Fundación Arcor: ¿Qué tener en cuenta para enriquecer las experiencias en el jardín maternal?
Erika Chokler: En estos tiempos de tanto desencuentro, de tanta desconexión, de tanto sufrimiento por un lado de las familias, de los niños y las niñas, y de los educadores, se hace necesario poder revisar y pensar las propias matrices de aprendizaje. Es decir, las formas de haber ido “aprendiendo a aprender”.
Fa: ¿Qué implicaría esa revisión?
EC: Uno no aprende únicamente en los profesorados, en la universidad, sino también en la experiencia. Es fundamentalmente en el cuerpo donde nos quedan las marcas, las huellas de las historias de las interacciones con otros. En esa tríada en la que se conjugan los niños, las instituciones educativas y las familias se viven climas de tensión, de mucha contradicción, de expectativas, de deseos, de temores, de ansiedades. Por lo tanto, esos períodos iniciales son situaciones favorecedoras para poder promover el espacio del encuentro. En los chicos que todavía no tienen lenguaje verbal, la única manera que tienen para contarnos quiénes son, cómo son, de qué historia vienen, es a través de su propio cuerpo. Por eso, es fundamental que quienes trabajamos en primera infancia estemos disponibles para el encuentro, para la comunicación. Es poder sentirnos seguros, para poder brindar seguridad y confianza. Sin imponer formas, sino escuchando, recibiendo, y fundamentalmente haciendo una profunda revisión de las matrices de aprendizaje. Creo que es fundamental comprender que en la formación de los profesorados no basta con los contenidos que hoy se trabajan, sino contemplar el trabajo sobre las actitudes.
FA: ¿Hay que potenciar los lenguajes artísticos en la primera infancia?
EC: Siempre es mejor partir conociendo cuáles son tus fortalezas y no desde las debilidades. Tal vez, cuando uno se encuentra con un grupo de docentes, no pretender que todos hagan un trabajo en plástica, o en música, sino preguntarles: ¿Desde que lugar te sentís vos más cómodo?
FA: Es decir, trabajar desde los lugares particulares
EC: Y también hay que ser cuidadosos, sobre todo en el período de la primera infancia, de no pretender que, más allá de la formación que uno puede tener (atravesada por el arte, el teatro o la música), esa formación sea la que tenemos que propiciar en los chicos en esa etapa. Cuanto más dúctiles, más flexibles podamos ser nosotros los adultos, creo que los niños van a sentir que van a ser tenidos en cuenta y no van a quedar en off side. En ese sentido, es poder apostar a que las familias también se sientan parte y puedan estar adentro. Hoy sabemos que no nos ayuda, no nos hace bien ni a las familias ni a las instituciones y sobre todo a los chicos, que estemos enfrentados.
FA: ¿Propone algún modo de acción particular para generar que “las familias estén dentro”?
EC: Se trata de gestar proyectos que tiendan puentes, hilos de comunicación, de sostén, de acogida, de recibimiento. Donde no le tengamos miedo a la presencia de la familia y donde la familia no le tenga miedo a la mirada de los docentes y de la institución. Esta alianza es la única que va a posibilitar que los chicos sientan que esta red que se construye no queda con agujeros donde ellos pueden caer para abajo. Y al mismo tiempo, que no esté tan tensa que se corte con cuchillo.